jueves, 10 de mayo de 2012

Amarga derrota

Nueve de mayo del año 2012. Uno de los días más amargos de mi vida, y uno de esos días en el que ves  que aunque lo intentes todo, no sale absolutamente nada. Hace unos años, en Mestalla, viví como aficionado del Athletic la primera final del equipo tras muchos años. El resultado fue abultado, 4-1 contra el futuro Barcelona de los récords. Ese gol de Toquero nada más comenzar nos hizo tocar aunque fuera durante 20 minutos con la Copa en los brazos de Yeste. Esta vez fue muy diferente. El equipo llegaba con más posibilidades, con opciones reales de llevarse la Europa League a Bilbao. Pero no salió nada. Y para mayor desgracia, cada llegada suya era o gol, o medio. Y eso es lo que más duele. Ver la televisión y no estar observando a esos guerreros con juego de bailarines de ballet que habían maravillado a media Europa, y a la otra la habían enamorado. Se dice que las finales no se juegan, que las finales se ganan. Se dice también que la veteranía es un grado. Ayer se demostró. El equipo más joven de Europa se enfrentó a un equipo veterano, asentado.

Las lágrimas no solo corrieron por las gradas (y por las salas donde los aficionados sin la suerte de asistir al partido de Bucarest), sino que bajaron desde el cielo rumano, hasta los ojos de nuestros ídolos. Ver a Iker Muniain tirado en el suelo llorando como si algún familiar cercano se le hubiera marchado, es algo que te llega al alma. Toquero, Llorente, Amorebieta, todos. Uno a uno, fueron derramando lágrimas que demuestran su amor a este escudo, su respeto a estos colores, su pasión por esa gente que hoy mismo ha acompañado al equipo en su llegada a Vizcaya como si se trataran de los campeones del torneo europeo. Las lágrimas del 2 del Athletic, el Lehendakari, el que muchos futboleros critican, y toda la parroquia del Athletic aclama, fueron las lágrimas de todos los que desde casa vimos el partido más importante de este centenario club en los últimos 35 años. En Toquero se ve lo que todos hemos soñado: ser jugadores del Athletic. Jugar en el templo del fútbol que es San Mamés. Y encima sentirse un jugador amado por la fiel afición.

De esta hay que levantarse, va a costar (a mi el primero), pero no es más vencedor el que nunca ha perdido, sino el que cada vez que pierde, no se hunde y vuelve a salir para arriba. Hoy, tras caer estrepitosamente derrotado en una final europea, me siento más orgulloso que nunca de ser del Athletic Club de Bilbao, un equipo diferente, único, histórico. ¡Aupa Athletic!


1 comentario:

  1. guau.....transmites un sentimiento que puede llegar hasta a emocionar hasta a una persona que no sienta el futbol y mucho menos los colores del athletic.

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